Presentación

consorcio

Introducción

El Parque Nacional de los Picos de Europa, compendio de magnificencias naturales, etnográficas y culturales, representa uno de los retos de mayor entidad abordados por la política de conservación de la naturaleza en nuestro país.

Para tener una visión de esta circunstancia y de lo que ello supone de cara a la posibilidad de declaración de nuevos espacios protegidos en ámbitos que afecten a más de una Comunidad Autónoma, conviene repasar brevemente las principales circunstancias que lo definen y que son las que, igualmente, condicionan actualmente la gestión de este espacio protegido, así como los avances registrados para llegar, finalmente, a la situación de gestión coordinada que se inició el 1 de Febrero de 2011, al entrar en vigor los RR.DD. de Traspaso de la gestión del Parque Nacional, desde la Administración del Estado, a las Comunidades Autónomas de Cantabria, Castilla y León, y Principado de Asturias.


Figura de Protección

La figura de Parque Nacional es la de mayor categoría de protección, por lo que se refiere a espacios de amplia extensión, de las que contempla la Ley 42/2007, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, que, a su vez, remite a la específica Ley 30/2014, de Parques Nacionales, para determinar su específico régimen jurídico, considerándose su conservación, como indica esta última norma, “de interés general del Estado”, al establecer, en su artículo 4º, la definición de Parque Nacional. Ello condiciona, de partida, la necesidad del establecimiento de unas importantes limitaciones de uso en las zonas cuyos ecosistemas presentan una mayor fragilidad y una adecuada regulación de usos en toda su extensión, lo cual se logra mediante el establecimiento de la zonificación del Parque Nacional y la normativa aneja a su planificación. Esta planificación (de la cual se derivará la zonificación) actualmente está en fase de elaboración.


Extensión

El Parque Nacional de los Picos de Europa es heredero del primer Parque Nacional español, el de la Montaña de Covadonga, creado en 1918 al amparo de la Ley de Parques Nacionales de 1916, entre otros motivos, para conmemorar el 1200 aniversario de la Batalla de Covadonga, que dio inicio al amplio período de La Reconquista, pero también y vinculado al hecho cultural, por afectar al marco natural del Santuario, para iniciar la implantación en nuestro país del régimen de protección de espacios naturales que ya había tenido su inicio en USA y en el Norte de Europa, mediante la extensión de la figura de Parque Nacional al Macizo Occidental de los Picos de Europa, o del Cornión. En el momento de plantearse la ampliación del Parque Nacional, con posterioridad a la promulgación de la Ley 4/1989, de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres, con su catálogo de ecosistemas que habían de tener representación en la Red de Parques Nacionales, los gestores del Parque Nacional en aquel momento (y valga este comentario exclusivamente desde el punto de vista de implantación de un sistema racional y estructurado de conservación de la naturaleza en nuestro país, sin entrar en consideraciones de tipo político, y sin analizar, tampoco, lo depurado, o no, del procedimiento administrativo para llegar a la promulgación de la respectiva Ley de Cortes Generales) optaron valientemente por extender la figura de protección al conjunto de los Tres Macizos de los Picos de Europa, así como, en virtud del excepcional estado de conservación de sus bosques vinculados al dominio floral atlántico-centroeuropeo y a la presencia en los mismos de poblaciones aún apreciables de Oso y de la subespecie cantábrica del Urogallo, a la cabecera de la Cuencas de los ríos Sella, Cares y Deva. Y todo ello como corresponde, al menos desde un punto de vista científico y sin entrar en consideraciones de límites administrativos, a la valoración de la naturaleza en su conjunto, la cual no entiende de límites impuestos por el hombre (postura valiente y romántica pero que, a la postre, viene reñida con muchas realidades administrativas que, desde siempre, han implicado una dificultad más (y no menor) para la gestión de este espacio). Con ello y tras la reciente ampliación del mismo por Acuerdo del Consejo de Ministros de 4 de Febrero del 2015, se ha conformado un Parque Nacional de 67.455 ha. de superficie, lo cual le lleva a ser el segundo en extensión, tras el de Sierra Nevada (86.208 ha.), de los quince que, actualmente y tras la reciente incorporación del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (2013), componen la Red de Parques Nacionales de España. Ello, unido a la variabilidad de condiciones de suelo presentes, desde los mesoeutróficos característicos de las zonas calizas, de amplia representación en el Parque Nacional, a los de naturaleza silícea, presentes en sus zonas oriental y sudoriental, y, sobre todo, a la impresionante variabilidad altitudinal que se da en este espacio (casi 2.500 m., en un espacio relativamente reducido), y a la influencia de la relativa cercanía del mar, confluye en la amplia variabilidad de ecosistemas que aparecen en el Parque Nacional, con una flora de extraordinaria variedad (se estima que podrían llegar a ser más de 1.900 las especies presentes, habiéndose superado ya con creces las 1.500 en base a los últimos trabajos intensivos de prospección botánica, con aparición de taxones propios, además de los dominios Euroatlántico y Mediterráneo, de la flora alpina, por las condiciones de altitud antedichas) y una singular fauna asociada a esos ecosistemas, con presencia de singulares especies, algunas de ellas declaradas en peligro de extinción, de todos conocidas. Pero los valores florísticos y faunísticos de los Picos de Europa no son los únicos de importancia del Parque Nacional, en el que las singulares formaciones geomorfológicas derivadas de los procesos de glaciarismo cuaternario actuando sobre un macizo montañoso de especial conformación litológica, así como los fenómenos de karstificacón, han conformado un paisaje de excepcional variabilidad y valor estético, en el que se alternan los profundos cañones excavados por los ríos, con una flora de tendencia xerófila muy singular, las impresionantes canales que se descuelgan sobre ellos desde 1.500 y más metros de altura, los bosques de haya y de roble, y el muy peculiar bosque mixto cantábrico (con reminiscencias, según zonas, de la laurisilva del Terciario), las praderías que ha originado la secular acción del hombre con sus ganados y, por encima de todo y presidiéndolo, los impresionantes cantiles de roca caliza de un color blanco casi espiritual, en permanente proceso de alteración por la acción erosiva de agua, hielo y viento, y dando lugar a formaciones tan singulares como los lapiaces. Obviamente, esa variabilidad de ecosistemas y la fragilidad de muchos de ellos, condicionan profundamente lo detallado de la gestión a realizar y lo depurado de la adopción de cualquier decisión que pueda afectar a su conservación.

Conformación actual del Parque Nacional, tras su ampliación en febrero de 2015

Conformación actual del Parque Nacional, tras su ampliación en febrero de 2015

Ubicación del Parque Nacional de los Picos de Europa

Ubicación del Parque Nacional de los Picos de Europa

Vinculado a esta importante extensión, por tanto, viene el hecho administrativo de que el Parque Nacional se extienda sobre el territorio de tres Comunidades Autónomas (Principado de Asturias, Cantabria, y Castilla y León) y, tras la ampliación de Febrero de 2015, en la que se ha añadido el asturiano Concejo de Peñamellera Alta, de once Términos Municipales, tres de ellos (Oseja de Sajambre, Posada de Valdeón y Tresviso) íntegramente situados dentro del Parque Nacional, lo cual condiciona la especial modalidad de gestión de este espacio protegido.

En efecto, la Comisión de Gestión del Parque Nacional de los Picos de Europa, que, a raíz de dicho proceso de traspaso y en virtud de lo previsto en los “Estatutos reguladores de los órganos de gestión y participación y del Consorcio Interautonómico para la gestión coordinada del Parque Nacional de los Picos de Europa”, se configura como el órgano superior en la adopción de las decisiones de gestión en este espacio protegido, cuenta, en su estructura actual, con ocho miembros, seis en representación de las Comunidades Autónomas (los Consejeros con competencias en materia de espacios protegidos de las tres CC.AA. que aportan territorio al Parque Nacional (que podrán nombrar a otro representante en su lugar), más otro representante más por cada una de ellas, realizando actualmente esta función los respectivos Directores Generales de cada una de las CC.AA., así como, con voz pero sin voto, un representante del Estado (actualmente el Director del Organismo Autónomo Parques Nacionales, del MAGRAMA) y un representante de los Ayuntamientos del Parque Nacional, elegido para cada año entre los Ayuntamientos de la Comunidad Autónoma que ostente, cada año, la Presidencia del Consorcio. Como se indica, la Presidencia de la Comisión de Gestión rota cada año natural entre las CC.AA., habiéndose iniciado el turno de Presidencias con Castilla y León en 2011, siguiendo, después, en turno, el Principado de Asturias, y Cantabria, y así sucesivamente.
Pero es en la amplia y singular composición del Patronato de este Parque Nacional, configurado, como se sabe, como Organo de participación de la Sociedad en el mismo y para velar por el cumplimiento de las normas establecidas en interés del Parque Nacional, donde se manifiesta más claramente la complejidad administrativa que se deriva de su condición de Parque Nacional supracomunitario. A raíz del traspaso de competencias a las CC.AA. y establecida la composición del Patronato en los referidos Estatutos, su composición se ha incrementado, pasando sucesivamente de los cuarenta y un miembros que lo componían en 2010, a los cuarenta y tres que lo han compuesto desde su nueva constitución, el 28 de Diciembre de 2011, al contemplarse que son miembros natos de este órgano, también y a más del Co-Director que cada año ostente la Dirección de turno del Parque Nacional, los otros dos Co-Directores del mismo (hay que indicar que existe un Co-Director por cada una de las CC.AA. del Parque Nacional), y a los cuarenta y cuatro que, finalmente, componen este órgano, tras la ampliación del Parque Nacional de Febrero de 2015 y al incorporarse, en virtud de la misma, un representante del Ayuntamiento de Peñamellera Alta.

Los ya citados Estatutos mantienen la figura del Director-Conservador, que pasa a ser desempeñada, de forma rotativa y con carácter anual, por cada uno de los Co-Directores, coincidiendo su mandato con el período anual en el que la Comunidad Autónoma que lo designa ostenta la Presidencia del Consorcio. Correspondiendo las competencias de administración y gestión en cada ámbito territorial del Parque al Co-Director respectivo, la Dirección del Parque Nacional se ejerce, de forma colegiada, por los tres Co-Directores si bien al Director-Conservador de turno le compete una función de representación externa de la Dirección del Parque Nacional. No obstante, el carácter añadido de Director del Consorcio que corresponde al Director-Conservador de turno le otorga unas competencias complementarias en cuanto a ejercer la dirección funcional de todo el personal adscrito al Parque Nacional.


Humanización del Parque

Poblamiento Interior

Enorme importancia ha de darse al hecho de ser éste el prácticamente único Parque Nacional español que presenta poblamiento interior. Así, desde que el antiguo y primer Parque Nacional de nuestro país, el de la Montaña de Covadonga (que ya desde 1918 contaba en su interior con las poblaciones de Covadonga y Caín), quedó integrado en el de los Picos de Europa, 20 poblaciones (6 en Asturias, 2 en Cantabria y 12 en León), con 1.157 habitantes (Padrón del 2013), se encuentran en el interior de este Parque Nacional. Dichos habitantes, como es lógico, han venido desarrollando y siguen haciéndolo en la actualidad, un uso del territorio que ha modelado en buena medida sus paisajes, por lo menos en las zonas menos abruptas del Parque, particularmente mediante su actividad ganadera y de explotación, en pequeña escala y sobre todo para la obtención de leñas, de sus masas forestales. Buena parte de las actividades de gestión que se desarrollan en el Parque Nacional han de tener en cuenta a estos habitantes y la necesidad de dotación de servicios básicos que los mismos precisan (con independencia de cuál sea la Administración que ha de proporcionárselos), así como la imprescindible continuidad de las actividades tradicionales que por los mismos han venido haciéndose en este territorio, que se vería sometido a una profunda transformación si las mismas cesaran o disminuyeran notablemente. Picos de Europa es un Parque humanizado en buena parte de su extensión y, como tal, ha de continuar en base a las actividades tradicionales y sostenibles que en el mismo han tenido su asiento.

Flujo de Visitantes

El importante flujo de visitantes, que unos años con otros, se está registrando en este Parque Nacional y que, manteniéndose siempre en el segundo lugar del ranking de visitas de la Red de Parques Nacionales (tras el del Teide), ha llevado a que, superando en el 2004 los 2.200.000 visitantes, en el período más álgido de la reciente crisis económica (2012) solo fueran 1.566.000 los visitantes que accedieron al espacio protegido. Después de este mínimo histórico, las cifras han vuelto a remontar, verificándose en 2014 casi 1.850.000 visitantes, siendo estas alternativas tónica casi general de todos los Parques Nacionales de la Red de España. Esta gran masa de visitantes, por otra parte concentrada en los muy concretos lugares de acceso a los Picos (y, particularmente, en la zona de Covadonga-Los Lagos y Fuente Dé, y, a mucha mayor distancia, en las zonas de Cabrales y Valdeón, aunque han de valorarse las dificultades de estos dos últimos ámbitos (Macizo Central y desfiladero del Cares), para asumir grandes masas de visitantes) y en momentos del año muy concretos, ha de ser objeto de una adecuada canalización hacia las instalaciones de uso público de las que dispone el Parque (y de las que aún ha de dotarse), tanto por cuestiones de seguridad en su visita, como para conseguir que la misma se haga con hábitos respetuosos hacia el medio natural y, desde luego, disminuyendo la presión sobre los ámbitos más frágiles del Parque.